5 de marzo de 2012

TÍTULO ORIGINAL. Le quattro volte (The Four Times)
AÑO. 2010
DURACIÓN. 88 min.
PAÍS. Italia
DIRECTOR. Michelangelo Frammartino
GUIÓN. Michelangelo Frammartino
MÚSICA. Paolo Benvenuti
FOTOGRAFÍA. Andrea Locatelli
REPARTO. Giuseppe Fuda, Bruno Timpano, Nazareno Timpano

Una visión poética de los ciclos de la vida y de la naturaleza, de las tradiciones olvidadas de un lugar fuera del tiempo. Una película de ciencia ficción sin efectos especiales, que acompaña al espectador a un mundo desconocido y mágico, para descubrir el secreto de cuatro vidas misteriosamente entrelazadas entre sí.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Demasiado contemplativa en mi opinion. Alguien deberia advertir a quien presente la pelicula que no cuente nada relevante sobre lo que ocurre, porque ya somos mayorcitos para sacar nuestras propias conclusiones. Respeto este tipo de cine pero no me apasiona y creo que hablo en nombre de muchos socios.

El hombre de Laramie dijo...

La rueda de la vida tiene cuatro pasos, al decir de Frammartino: la muerte del viejo pastor, a la que se sigue el parto del cabritillo que va a morir perdido en el monte al pie de un pino blanco, el cual tendrá también su final, talado y llevado al pueblo para festejar algún viejo rito, y cuya madera se convertirá en carbón vegetal que se venderá por el pueblo antes de la llegada del invierno. Es algo más que un documental de la 2, sin duda, aunque no es exactamente un documental, sino una narración documentada. Como de costumbre, estos filmes chocan inevitablemente con la típica impaciencia del espectador educado con los blockbusters de Hollywood, que somos la mayoría.
Pero, ¡qué le vamos a hacer! Hay un cine que huye de la aceleración estruendosa del relato posmoderno, como hay un cine que aborrece la farfulla gritona que llamamos diálogos en las narraciones cinematográficas. Hay un cine que observa y no impone incidencias en aluvión. Hay un cine que prefiere contar callando. Y el cineclub es su único asilo. De modo que es inevitable tropezarse con él en la pantalla polvorienta del cine Avenida.

Anónimo dijo...

Que alegria tan inmensa tropezarse con una película como esta. Tan compleja y tan sencilla a la vez. No soy seguidora de documentales, no creo que esta pelicula pueda considerarse eso. No me gustan los animales y he disfrutado enormemente la primera parte de la pelicula. Será que está tocada por eso que llamamos arte.
Yo no hablo en nombre de nadie, más que de mi mismo, pero con las personas con las que he comentado la película la opinión es coincidente con la mia. Será que Dios los cria y ellos se juntan, pero como nos juntamos por grupos variados las opiniones suelen resultar variadas y además solemos desconocer la opinion de los demas.

Orgasmo de Rotterdam dijo...

Frammartino plantea un koan zen al espectador mediante un documental de ficción, en el que Nanok el esquimal se nos ha hecho viejo y cabrero. Para ello, sigue como entonces pero suprimiendo la acción. Tampoco tenemos esa voz didáctica del narrador y cede el poder a la imagen, los sonidos, la fotografía y el diseño de producción (La forma, que no tiene nada de vanguardia, coincide en la sala con la oscarizada película muda The artist). El estilo se asemeja al del heterodoxo documentalista y en ocasiones plomizo James Benning. Tampoco se puede hablar de etnografía experimental (en algunos momentos la carbonera me recordó a varios trabajos de Eugenio Monesma y su serie de oficios perdidos, salvando las distancias) y sí, por lo que parece, de poético, sensible y filosófico, algo que no me queda claro viendo la película. Tenemos el influjo de Pitágoras, las matemáticas y Calabria, nos han tenido que explicar, además de lo evidente en su planteamiento con los pequeños fundidos en negro en los que la muerte de un ser da lugar a la vida de otro ser. No existe la entropía, parece decirnos.
Como esos caza tormentas que se dedican a buscar la tormenta perfecta para poder fotografiar rayos, relámpagos y tornados inverosímiles así nos muestra el gag perfecto, en el plano secuencia del perro que hace caer el carro. Pero el perro también es un actor y la escena, creo que no es fruto del azar (Esto no es demérito, al contrario, como digo, es el gag perfecto). El perro, entonces, parece pertenecer al profesor Franz de Copenhague, aquel maravilloso profesor del TBO que mostraba sus invenciones inverosímiles cada semana.

Para mi es un hijo muy menor de Uncle Boonmee, de Apichatpong Weerasethakul's. En aquella película también se nos hablaba de la transmigración de las almas, las reencarnaciones y las vidas futuras.

La amante de Little Bob dijo...

Me pareció un documental hecho con primor, y para darle un poco de trascendencia se plantea de fondo el asunto de Pitágoras, las cuatro fases, metafísicas varias.....para que se hable de la película y se le de cien vueltas. A mí me gustan los animales y la naturaleza, pero acabé cansada de tanta cabra y de su banda sonora. Desde luego, demasiado contemplativa para mi gusto, aunque la prefiero a la soporífera Uncle Boonmee.

Rick Deckard dijo...

Estoy de acuerdo a que habria que advetir a quien presente las peliculas en relacion a que no comenten datos significativos que priven a los espectadores el poder afrontar el visionado de la pelicula sin saber que va a ocurrir. Hay ocasiones en las que te arrepientes de asistir a la charla de presentacion ya que te han contado la totalidad de la pelicula. Desde luego que hay que agradecer a todo el mundo que se ofrece de manera totalmente desinteresada a realizar las presentaciones, pero a veces un exceso de celo en la tarea que realizan provoca que se vayan de la lengua. Seguro que se hace de manera involuntaria y con buena voluntad, pero creo que habria que corregirlo, ya que pasa en numerosas ocasiones.

Concretamente, en Le quattro volte (pelicula que desconocia por completo), se dieron demasiados datos en la charla previa, de manera que sabiamos perfectamente lo que iba a ocurrir y la manera en la que la pelicula se iba a desarrollar. De todas formas, no me parece que sea una gran pelicula. No es larga pero creo que se puede contar en menos minutos, aunque seguro que para muchos de sus seguidores perderia lo poetico y filosofico. Es solo una opicion.

rubén dijo...

A mi la carbonera me recordó, salvando también todas las distancias, a la campana de Andrei Rublev.

Elgen dijo...

Vaya por delante que me parece una película de cine club y que considero muy acertada su programación. Una vez vista, creo que no tiene suficiente fuerza y en muchos momentos se cae. Se podría, quizá, para vigorizarla, dividirla en pequeñas películas independientes, lo mismo que el gran árbol, que acaba troceado para poder ser “consumido”. Por ejemplo, la historia de la piedra: un viejo pastor que de camino a casa recoge una piedra de la cuneta que le servirá de peso para colocar sobre la cazuela en la que guarda los caracoles que también va recolectando por los caminos. Cuando comprueba que no le ha servido de nada, se deshace de la piedra por el natural procedimiento de tirarla por la ventana. La piedra queda en mitad de la calle hasta que llega la camioneta con los carboneros (ahora convertidos en soldados romanos) que la emplean para calzarla. Pero el perro del pastor, nervioso porque su amo no aparece, acaba quitando la piedra y la camioneta se desliza y rompe la cerca donde se recogen las cabras que terminan subiendo hasta la habitación donde el viejo pastor está muriendo. Fin del corto

Paula Cancio dijo...

Siguiendo la tónica de Rick Deckard, hoy me animo a hacer un alegato contra las presentaciones demasiado explícitas. Si se tratase de un cine con más acción quizá estarían bien explicadas, pero tratándose de un cine tan contemplativo, en el que la acción es, cómo decirlo, casi inexistente, las presentaciones no deberían desvelar la película.