16 de enero de 2012

Ori



TÍTULO ORIGINAL. Ori
AÑO. 2009
DURACIÓN. 80 min.
PAÍS. España
DIRECTOR. Miguel Angel Jiménez
GUIÓN. Luis Moya
MÚSICA. Miguel Ángel Jiménez Arnaiz
FOTOGRAFÍA. Gorka Gómez Andreu
REPARTO. Kathuna Shurgaia, Bega Gautarazde, Giorgi Goguazde, Tamazo Terunashvili

Nino cruza un vasto descampado a las afueras de Tbilisi. La joven georgiana intenta tirar de su vida hacia delante, pero no va a ser nada fácil. En las lejanas montañas del Cáucaso, el solitario Beqa recibe la visita de su sobrino Tazo, refugiado de los bombardeos rusos. Cuando todavía perduran los ecos de la guerra, ambas vidas son atravesadas por este agridulce relato de silencios y pitillos.

4 comentarios:

Elgen dijo...

Hay en esta película muchos rasgos comunes con otras españolas de la última hornada vistas en el cine club (La mitad de Óscar, Aita...): historias mínimas y cotidianas, personajes perdidos o derrotados que hablan de forma escueta y monocorde con la mirada perdida, construcciones desgastadas o destruidas en paisajes impresionante y silenciosos, fijación con algunos objetos cotidianos, brumosa barrera entre la realidad y la ensoñación… y un hecho dramático para salir del pasmo o, si se quiere, sopor a que todo lo anterior nos lleva: una revelación, una muerte… Pero claro, todo esto es también común a otras muchas películas y directores. Sin ir más lejos a Tarkovski, cuya película La infancia de Iván, vista la semana pasada, es directamente remedada en algunas escenas (por ejemplo, la comentada por Fernando Asensio en su blog). En resumen, yo diría que un ejercicio prometedor ¿o no?

Orgasmo de Rotterdam dijo...

Totalmente de acuerdo. Todas ellas son películas interesantes en mayor o menor medida. Por señalar algo que para mí le da a esta película el toque poético señalaría la fuerza que ofrece el sonido diegético de la música. Un acordeón, un violín si mal no recuerdo, un órgano con micrófano con el que el sobrino ambienta la fiesta de hombres y el órgano Yamaha final con el que una ciega, música callejera, nos despide de la película. Además el director ha compuesto la banda sonora.
Ese acordeón y alguna de las imágenes a través de puertas y ventanas me ha hecho recordar escenas de Bela Tarr, salvando las distancias. La atmósfera era la misma. ¿Es ese el camino que quiere seguir el director?

Anónimo dijo...

Miguel Angel Jiménez buscaba rodar un documental. Finalmente tuvo que camuflarlo en una ficción de trasuntos paralelos. Sin ánimo de ser destructivo, creo que la película funciona como documental y fracasa en su aspecto narrativo. La idea de dos historias mínimas que supuestamente se lleguen a complementar como miradas a una posguerra en medio urbano y en medio rural, no hacen sino inteferirse, bloquearse, romper el poco dinamismo que de por sí tenían. Imagino las dificultades idiomáticas del equipo español y la perplejidad de los actores georgianos en este trabajo. Con todo, a pesar de la inevitable presencia del folklore cantarín y de la tergiversación de las responsabilidades de esa guerra balcánica iniciada por un gobierno georgiano para ocupar un territorio hostil como lo era Osetia y que supuso para Georgia un verdadero desastre humano, político y económico.
Dejando los peros a un lado, en Jiménez hay madera de cineasta y podemos esperar buenas obras de su dirección si le dan la oportunidad.

LOHENGRIN dijo...

Estoy de acuerdo. La película sorprende por su madurez y por su estilo seco y conciso (salvo alguna concesión. A mi no me disgusta su forma de narrar, pero lo que más me llamó la atención fue su maestría a la hora de mover la cámara, siempre con sentido y sin planos de cara a la galería. Un debut prometedor