Veo desde mi ventana a un hombre recorriendo el escaso trayecto de su terraza, una y otra vez. Su silueta destaca en el horizonte de este patio. Pero aunque mi campo de visión se haya reducido, no ha sucedido así con los límites del mundo. El reto ahora consiste en aprender de nuevo a mirar y en encontrar en el escenario doméstico, los puntos de vista que no reduzcan nuestra experiencia a la percepción cotidiana. Confiemos en saber pensar a favor. Pensar, ver y escribir.
En situaciones de reclusión se han escrito obras de la literatura universal, puedo recomendar Viaje alrededor de mi cuarto, de Xavier de Maistre. El relato sobre un hombre que estando privado
de su libertad, en lugar de entregarse al aburrimiento de las cuatro paredes que le aíslan del mundo exterior, aprovecha cada estímulo para recrear la vida de la calle en su imaginación y la describe palabra a palabra en su cuaderno.
El cine y la televisión nos ofrecen también estímulos para recrear el mundo. Viajar es reconocer, cuando ya hemos conocido cierta ciudad por medio de un relato sobre ella. La primera vez que algunos turistas vamos a Copenhague, no vemos solo Copenhague sino el escenario de la película Flammen og Citronen, que narra un episodio de la ocupación nazi en Dinamarca. Y las playas de Jutlandia no solo son costas inmensas bajo una luz cristalina sino el
decorado natural de la película El festín de Babette, de Gabriel Axel, inspirado en un cuento de la escritora Karen Blixen. Pelle El conquistador reaparece en Helsinbor, creando una suerte de tensión fronteriza entre Suecia y Dinamarca en una época en la que no las unía un vínculo tan amable. Los Idiotas de Lars Von Trier retrata todo un país y una sutil critica al estado del Bienestar, a través de unas conductas sociales controvertidas. Copenhague ya está más cerca, la imaginación ya se ha marchado de viaje en las películas.
En este confinamiento es fácil evadirse. ¿Qué echamos de menos del viaje? ¿La ciudad o la libertad de vivir como ciudadanos? Intenten sustituir la ciudad por su simulación. Sustituir la ciudad por el recuerdo de ella hasta dónde se lo permita la memoria. Viajar también es recordar lo vivido.
En este mes el Cine Club iba a proyectar un ciclo de cine nórdico. Pero el tiempo se ha colapsado. Nuestro ciclo de abril pertenece a otra época, cuando en la Calle Mayor abría como cada día la Imprenta del Pilar, la Plaza Mayor se llenaba de corrillos de curiosos, las librerías envolvías primorosamente el último best-seller. Estos recuerdos parecen ya lejanos. Como las ciudades. La
ciudad tal y como la recordamos ha desaparecido.
De esta cultura nórdica puedo recomendar un carácter inconformista en el debate de las políticas públicas. Siempre dentro de los límites del respeto a la opinión del otro. Allí algunos artistas que conocí están tratando de promover la idea de que la política cultural se debe adaptar al mundo actual, una época en la que el consumo cultural es masivo y donde la gente se encuentra sobre
saturada con ofertas culturales impulsadas por intereses comerciales. La política cultural debe tratar sobre lo que podemos crear juntos y cómo podemos comunicarlo para el bien general. En
primer lugar para que las personas puedan participar activamente en comunidades creativas. En segundo lugar, porque las instituciones deben asumir una responsabilidad educativa.
Lo excepcional para mí fue que sin ser danesa, una asociación profesional como Danish Film Instructors concediera a mi trabajo una beca de escritura el invierno pasado. Esa Asociación protege
las condiciones laborales de los directores y guionistas daneses. También ha dejado su huella en muchas áreas de la política cultural, está trabajando en muchos frentes. Entonces poco importa fijarnos en nuestras diferencias, se trata de caminar juntos en el lado humano para comunicarnos entre personas, no entre instituciones o banderas - éstas, deben estar a la altura de las personas, no al revés -.
Mercedes de Luis Andrés
mercedes.deluis@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario