10 de enero de 2020

Más apuntes sobre “An Elephant Sitting Still”, por Mercedes de Luis Andrés

La tragedia personal de Hu Bo recuerda al primero de los relatos recogidos en Cuentos Orientales, “Cómo se salvó Wang-Fô” , por Marguerite Yourcenar, en el que la escritora narraba la historia de un artista chino que prefería vivir la imagen de las cosas que su materialidad, hechizado por la fascinante trampa de la dualidad imagen-realidad.
En aquella ficción, el pintor Wang-Fô lograba salvarse de la muerte gracias a sus pinturas por medio del poder de la creación, al escapar en un mar de jade azul que él mismo se dibujó. Parece que hubiera seguido la estela del maestro chino, con ese mismo poder creador, Hu Bo, cuando decidió consumir su vida material en la luz del cine. Tal vez creía que habitaría para siempre en la inmensidad de su película.


Hu Bo, a sus 29 años, es un artista que apenas por dos números, podría añadirse al Club de los 27, Forever Club, (Jim Morrison, Kurt Cobain…). Uno de los directores de cine más poéticos de Asia dejaba su obra “An Elephant Sitting Still”, como recuerdo permanente de su historia, una película semi-autobiográfica que rastreaba su propio spleen en busca de todos los sentimientos malditos de su enjambre vital.
“An Elephant Sitting Still” es además una de las películas predilectas por el Cine Club Calle Mayor durante el invierno del año pasado; este pequeño apunte simplemente pretende mostrar la mirada asiática sobre Hu Bo, escrita por un joven escritor llamado Sihan Tan, para aportar un contraste a lo que se ha escrito en Occidente. Incluye algún dato biográfico sobre Hu Bo que completa la idea del creador detrás de su historia.

an elephant sitting still

Estos son extractos de su artículo publicado en la revista Guernica Mag:
Escribe Sihan Tan: “Según la crítica estadounidense de The Hollywood Reporter, su manera de dirigir( de Hu Bo) era “sensible, delicada, profunda y trascendente”, todo ello en cantidades suficientes como para compensar cualquier posible deficiencia narrativa. No me esperaba que los medios occidentales retrataran a Hu Bo como un mártir de la sociedad china. “An Elephant Sitting Still” se describió como “retrato de cuatro horas de una sociedad egoísta”, en el festival de la Berlinale, donde incluso recibió una importante mención. Hu Bo conducía una moto scooter con el espejo retrovisor roto. Cuando era adolescente, sus 
profesores le amaban o le detestaban, no dejaba a nadie indiferente con su cabello largo, aquel aire rebelde y su naturaleza bohemia. Apodado el “dios durmiente”, Hu solía llegar tarde a sus citas escolares. Ya en el Instituto se negaba a hablar el dialecto local, argumentando que el Chino era la lengua oficial de admisión en la prestigiosa Academia de Cine de Pekín. Cuando fue aceptado tenía 23 años. Rechazó cualquier oferta de realizar cine comercial a favor de mantener su “integridad artística”.

«An elephant sitting still». Foto: Dongchun Films

En una página de su diario escribió “en todos estos años, nunca me había detenido a pensar qué es el cine. Es humillación, desesperanza, una broma”.
En otra página, se declaraba un aficionado contumaz a los videojuegos, admitía dormir más de diez horas diarias y su adicción al alcohol. Cuanto más caía en esta adicción, más sentía quedar atrapado en los muros de su propia cárcel.
La muerte trágica del joven director destapó a su vez un debate en China. La prensa de Pekín cuestionaba la cultura de la crueldad, necesaria para el éxito de los directores jóvenes, una perspectiva que es animada por la quinta generación de directores que sobrevivió a la Revolución Cultural. Al hilo del debate mediático se publicó una encuesta realizada en grandes empresas audiovisuales chinas, descubriendo que menos de un tercio de los encuestados podía alimentar a sus familias, otro porcentaje muy elevado apenas podía abastecerse a si mismo, y el resto de las personas encuestadas del sector cinematográfico chino, directamente vivían rayando el umbral de la pobreza.

Berlinale 2018: crítica de «An Elephant Sitting Still», de Hu Bo

Las críticas de “An Elephant Sitting Still” provenientes de la parte continental de China son variadas, desde aquellas que se deshacen en elogios ("una película verdaderamente generosa"; "una película que se niega a omitir nada"), a los lamentos por la representación extrema de los oprimidos ("demasiado pesimista”, "se torturan constantemente con algún problema abstracto solo para que la inquietud llegue a la catarsis"), y a las criticas que apuntan la hipocresía china de celebrar el arte solo después de que sea aclamado internacionalmente. Hu Bo insistía en que “An Elephant Sitting Still” no trataba sobre la desesperanza sino sobre el amor, decía “el amor es un sacrificio en silencio”. En la Berlinale los productores chinos anunciaron que el tema central de la película en cambio era la esperanza. Después de una gran ovación en su honor, la madre de Hu Bo se levanto y se dirigió a la audiencia con estas palabras:
“Siento una mezcla extraña de felicidad y dolor estando en esta sala, angustia porque mi hijo ha muerto por un elefante, pero al mismo tiempo me alegra que el elefante esté aquí con vosotros”.

Días antes de su muerte, Hu Bo le dijo a un amigo, aparentemente en broma, que le gustaría grabar la imagen de un ahorcado en su lápida. “¡Seguramente las palabras que acompañan al verdugo serían el hombre más solitario del mundo!”. ”Realmente no hay mucho en mi vida", se lamentaba Hu Bo “además de ser una herramienta que se limita a escribir y hacer películas. La creación exige rúbricas imposibles de dolor”. Por su parte, el crítico Caoxi escribe en su artículo de opinión para Southern People Daily: 
”¿Qué tiene que ver contigo un elefante sentado? Que la intención artística de Hu Bo era cuestionar cómo consideramos la vida de los demás. Si buscamos distanciarnos del sufrimiento de los demás, tal vez no merezcamos ver la realización de sus sueños”. Apostilla Sihan Tan, “quizás la medida del sufrimiento debería ir más allá de la capacidad o incapacidad de uno para soportar, y debería centrarse, como Caoxi sugiere, en el papel que juega la empatía. En caso de sufrir, uno no debe descuidar la importancia de mostrar compasión no solo hacia los demás sino también hacia uno mismo, para permitir la posibilidad de hacer ajustes. Después de todo, está bien moverse, después de haber estado sentado tan quieto”.

Mercedes de Luis Andrés

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