In memoriam Carmen Blasco Solano,
Presidenta del Cineclub Calle Mayor 2015-2017
En
el Cineclub las modas y las corrientes visuales se suceden. Los tiempos
cambian, hasta Rafa, nuestro proyeccionista, se ha jubilado este verano (un
abrazo Rafa). Desde hace unos años se habla de la muerte del cine, de sus
salas, de los grandes directores y la manera de entender sus obras. Mientras tanto
los que morimos somos nosotros. No sé la proporción de imágenes e ideas
cinematográficas que nuestro cerebro utiliza para elaborar el pensamiento. Las
escenas que nos animan a hacer un viaje para ver los exteriores donde se rodó la
película favorita, a elegir el traje en la tienda con la idea del protagonista
en mente, el nombre que dimos a ese hijo, la banda sonora como un mantra que nos
traslada a otro lugar desde la ducha. No sé cómo se podría medir el porcentaje de
cine que somos y el porcentaje de su muerte que nos toca.
Este
año han sido varias las personas que nos han dejado, Carmen, nuestra presidenta,
sin ir más lejos. Su última propuesta al frente de la asociación fue implicarnos
en la elaboración de una gran obra que retratase lo que somos, las pelis que
hemos visto aquí, en nuestro Cine Club, nuestras efemérides y puntos de vista. Su
proyecto pondría cierto orden en el laberinto borgeano de la memoria. Estarían los
grandes maestros, Antonioni, Ophuls, Mizoguchi, Kurosawa, los directores de
fotografía, compositores, diseñadores, montadores… ¿Qué quedará de ellos dentro
de cien años?, ¿y de nosotros, reflejados hasta el último momento en espejos
online, en facebooks ilusorios?
No
hace falta echarle demasiada imaginación para unir las escenas de nuestras
vidas y de nuestro cine con los acontecimientos que forman la historia, íntima
y social. Por ejemplo, el lunes del golpe de estado, el lejano veintitrés de
febrero de 1981, se proyectó El diablo probablemente, de Bresson. Ni Godard lo
hubiera pensado y ligado igual. Pero Carmen, como digo, nos ha dejado sin que
diera tiempo a iniciar tamaña empresa. Ha sido todo un lujo contar con una
persona tan grande y generosa entre nosotros. Es un tópico hablar bien del
difunto, yo creo que la tendencia a la hipérbole se produce para compensar la
mala leche con la que nos despachamos entre los vivos. Su caso es la excepción,
ya que en vida, recibió elogios. Como una gran dama que saltó de la pantalla
para estar con nosotros, su sonrisa y su mirada radiante estuvieron aquí, esa
fue la ventaja. No sé cuánto de lo que fue se lo debió al cine, a Fellini, a
Visconti, a Nuri Bilge Ceylan. No sé cuánto de lo que es el Cineclub se lo debe
a ella, bastante. Mal que nos pese somos una eterna sucesión de difuntos, un
travelling imperfecto, un fuera de campo continuo. Los socios más que nadie nos
alimentamos de sombras en movimiento. Cada lunes, en versión original. La
proyección, no solo por ella y por todos los que nos dejaron, debe continuar.
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