16 de febrero de 2009

Notas sobre Robert Bresson

Fue una de las grandes figuras del cine francés y europeo. Autor riguroso, coherente y profundo como pocos, de enorme austeridad expresiva, honda espiritualidad y gran humanidad, poseyó la virtud de no parecerse a nadie y de ser difícilmente imitable. Tras una breve incursión en la fotografía y la pintura, inició su relación con el mundo del cine al trabajar como script en la película de Frédérik Zelnick y Maurice Gleize, C’était un musicien (1933). Muchos años después manifestaría: “Llegué al cine para descansar y, al mismo tiempo, llenar un vacío. Pronto ví en el cine un medio apasionante, en tanto que nuevo, de expresión”.

Fue ayudante de René Clair y firmó su primera obra en 1934, Affaires Publiques, un mediometraje en el que se encontraría por primera vez con dos de sus más asiduos colaboradores en el futuro: el músico Jean Wiener y el pintor Pierre Charbonnier, que sería luego decorador de todos sus films entre 1951 y 1974 (con la excepción de Mouchette).

La personalidad artístico-creadora de Bresson se vio confirmada película tras película, bastante espaciadas por su bajo presupuesto y poca comercialidad, además de su cuidada elaboración, con un alarde de lirismo y minuciosidad temática poco frecuente. En su sencilla y emotiva obra, plena de miradas y objetos, se evidencia una trascendencia que casi se puede tocar. Desde su debut en el largometraje en 1943 con Les Anges du péché, el tema de la redención resulta el hilo conductor de su cine, como puede apreciarse en Le journal d’un cure de campagne (1951), su magistral adaptación de la obra de Bernanos o en Un condenado a muerte se ha escapado (1956). Cristiano de tendencias jansenistas, era de la opinión que la gracia redime de sus faltas sólo a seres excepcionales en el momento de la muerte, sea ésta buscada como Mouchette (1967) o aceptada como una liberación, caso de Procés de Jeanne d’Arc (1962), El diablo probablemente (1977) o El dinero (1983), su última película.

En los films de Bresson lo bello es reemplazado por lo justo (“La pintura me ha enseñado que no se debían hacer bellas imágenes, sino imágenes necesarias” llegaría a decir). De ahí que destruya las reglas establecidas y que el ritmo del montaje, la dirección de los actores, la música y el tono de los diálogos estén menos destinados a expresar una idea particular que a asegurar, junto a los demás elementos de la puesta en imágenes, la trama poética de la obra. Al tiempo que su escritura cinematográfica se simplifica, como en Lancelot du Lac (1974), recurre cada vez más al montaje, revalorizando su importancia dentro del cine moderno.

En 1959 realizaría la que es considerada su obra maestra, Pickpocket, película inspirada libremente en Crimen y castigo de Dostoievsky, llegando a la culminación de su arte con Au hasard Baltasar, único film de toda su obra basado totalmente sobre una idea original suya y película central en su filmografía.

Realizador poco prolífico, ya que sólo realizó 13 películas, expuso sus principios estético-filosóficos en su libro de aforismos Notes sur le cinématographe, donde define dentro del cine dos tipos de películas: “Aquellas que emplean medios teatrales y se sirven de las cámaras para reproducir y aquellas que emplean los medios del cinematógrafo (así llamaba él al cine) y se sirven de las cámaras para crear”.

La estética de Bresson, influida por Dreyer, parece basada en la ascesis, apreciándose también aquí una clara tendencia a la abstracción y a universalizar los temas que toca, como en las obras de Bernanos, Dostoievski y Tolstoi, novelistas a los que admiraba.

Autor tremendamente influyente (fue uno de los padres adoptivos de los autores de la Nouvelle Vague), no es difícil encontrar el rastro de su excelente obra en muchos de los grandes autores contemporáneos.

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