Por un lado, esta es la primera película que rodaron no con su colaborador clave habitual, el director de fotografía Alain Marcoen, sino con el recién llegado Benoit Dervaux, que aporta una sensación inefablemente diferente y una calidad de iluminación al trabajo, incluso si a veces parece ser siguiendo de cerca el estilo de mano, rápido y vertiginoso de Marcoen. Sin embargo, quizás lo más importante es que esta es una de las primeras veces que los Dardenne han intentado sondear una identidad un poco más allá de su órbita habitual de europeos blancos de la clase trabajadora.
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