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Los seis samuráis: En principio no eran siete, sino seis. La premisa que acaba dando forma a la película, un grupo de samuráis contratados por los habitantes de un pueblo para los protejan de unos bandidos, nace de un hecho real con el que los guionistas se topan durante la documentación. Cuando el proyecto inicial debe ser drásticamente modificado, esta anécdota cobra fuerza y Kurosawa se pega la machada de escribir un perfil completo para cada uno de los personajes que tienen al menos una línea de diálogo en los 207 minutos de metraje. Quiénes son, cuál es su pasado, cómo hablan, qué visten… Incluso dibuja un árbol genealógico de los 101 habitantes del poblado, para que los extras sepan cómo relacionarse entre ellos. Un trabajo de locos. En ese momento la película aún se llama Los seis samuráis, pero entonces los guionistas caen en la cuenta de que seis guerreros sosegados, valientes e impertérritos pueden ser un muermo de tomo y lomo. Necesitan a un chalado que complete el equipo. Así nace Kikuchiyo. Ahora ya son siete.
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