No se cita expresamente, pero la figura del marqués de Sade está muy presente.
Es que la película es como las novelas de Sade, algo muy higiénico. En lugar de darte ideas te las quita. Te vacía, es como si te limpiara la cañería con lejía. Y te quedas extenuado, como un limón exprimido. Esa sensación es difícil de encontrarla hoy en día en el cine, porque las películas están formateadas para dar placer al público. Por eso estoy muy orgulloso de esa atmósfera enrarecida de la película que provoca ese efecto en el espectador. Recupera la idea del cine como experiencia colectiva. Esta película interpela a la intimidad de cada uno de forma más directa que la mayoría.
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