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15 de marzo de 2010

A golpes con el skate... y con la vida

¿Qué le llevó hasta el tema del skate?

En primer lugar, me interesaba la idea de hacer una película en Portland, que es mi ciudad. Y luego, me sentía fascinado por la subcultura del skateboarding. En los últimos años, es una práctica que se ha masificado bastante, pero antes los chicos que iban con skate eran auténticos outsiders.

¿Y qué descubrió?

Que son muy interesantes: orgullosos, responsables y exigentes. Forman una jerarquía fuerte. Y, de cara a filmarlos, resultan perfectos porque sus reacciones son muy físicas, muy intensas.

¿Y fue fácil trabajar con ellos?

Más o menos. Para que nos dejaran rodar en el Paranoid Park, tuvimos que ganarnos su respeto y autorización. Ninguno de ellos conocía mis películas, así que no fue fácil. Ellos mismos filmaron algunos planos subidos a sus skates, con cámaras de Súper-8, que no es algo fácil.

Muchos de los actores son no-profesionales.

Sí, me encanta la espontaneidad de sus interpretaciones. Hace que todo parezca más auténtico, menos ensayado. Convocamos un casting a través de MySpace al que acudió bastante gente. Y en el caso de Gabe Nevins, fue el director de fotografía Christopher Doyle quién me insistió para que le eligiera. Su mirada es especial, enigmática, expresiva, y su voz aguda le da un aire inocente, angelical, vulnerable.

¿Cómo trabajó con Doyle?

Antes del rodaje, preparó un amplio archivo con todo tipo de material: notas, dibujos, miles de fotografías… Con esa base nos lanzamos a filmar, dejándonos llevar por la imaginación e intentando ser fieles al universo caótico e inestable de Alex y los skaters.

La película tiene una estructura no-lineal.

Si, empecé a investigar esa posibilidad en Elephant (2003), a partir de la impresión que me causó la película Sátántangó (1994), del húngaro Béla Tarr. En este caso, la novela de Blake Nelson tenía una estructura bastante convencional, pero decidí deconstruirla para penetrar en la mente de Alex, en su confusión, y también para jugar con el espectador.

El apartado musical es extraordinario, con temas de Nino Rota, Elliott Smith, Billy Swan…

No quería encargar una banda sonora. Cuando lo haces, sientes que estás en las manos del compositor y que todo puede venirse abajo. Trabajar con temas preexistentes te permite un mayor control. Kubrick lo hacía siempre. Además, crecí en los 70, cuando casi todas las películas incluían canciones de rock.

Manuel Yáñez Murillo

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