Por Pedro Vallín
¿De dónde sale esta historia familiar?
Acababa de terminar el corto que había hecho en la escuela, La última polaroid, y estaba pensando en cómo sería escribir un largo cuando se murió mi abuelo. Pasé por todo el proceso de resolver todos esos asuntos triviales relacionados con la muerte, las funerarias… Me pareció que esa reunión familiar y todo lo que hay alrededor de un funeral era un buen marco para realizar una película, pero quería que fuera muy descriptiva, no dramática.
¿Entonces, hay mucho de su familia en la película?
Sí, claro, es una historia muy personal porque en realidad mi familia es muy parecida a la de la película, todo su entorno de burguesía de Barcelona. Bueno, debo decir que mis parientes son más majos.
Entonces es usted como el personaje de Virginia, a la que todos reprochan que haya aireado asuntos familiares en una novela.
Sí, (risas), el personaje de Virginia nació un poco como un juego de espejos, una broma conmigo misma, pero luego derivó hacia un extremo más negativo. Espero no parecerme mucho a Virginia, la verdad.
¿Y ese aire de Eric Rohmer de la película?
Bueno, no he visto todo Rohmer, pero es cierto que me gusta mucho el cine francés y que me interesa la cultura francesa. Estudié en el Liceo Francés, y mi hermano vive en Francia, así que siempre me ha interesado el cine francés y siempre he mantenido un vínculo con Francia y con su cultura.
Uno de los aspectos más sorprendentes de su película es la contención de la historia.
Estaba planeada así, me apetecía hacer algo muy verosímil, que fuera un cine más libre de la dramatización y con menos artificio. Obviamente está dramatizado, pero quería que transmitiera la impresión de que la cámara se ha colado, está puesta ahí y estamos viendo furtivamente algo real.
La contención llega al punto de que los conflictos no se explicitan. ¿Cómo mantiene el interés de la historia?
A ver, hay un conflicto, y evidentemente hay una dramatización. En todas las escenas los personajes apuntan algo, y la suma de todos esos leves apuntes transmite claramente el conflicto de los personajes. Obviamente todos están tristes y todos lo entendemos, por eso la historia interesa. Todas las familias, incluso las que se llevan muy bien, tienen algún elemento de conflicto, de modo que el público entiende lo que ocurre aunque no sea más explícito.
Es desconcertante el personaje de Eduard Fernández, muy seguro de sí mismo, y a la vez pusilánime.
Es un personaje que parte del disimulo. Es algo que hacemos todos, mantenernos en nuestro personaje para vivir en sociedad, pero él tiene también que hacerlo en familia, porque no le ha dicho a nadie que se ha separado, en un proceso extraño que no se acaba. Lleva dos años separándose. Por eso está contenido. Lo importante a la hora de contar la historia no era tanto cuáles eran los problemas que arrastraban los personajes, como ver cómo los gestionaban.
Juega con una habitación cerrada en la casa del abuelo, que finalmente es abierta y en la que no hay nada relevante.
Sí, la idea que quería expresar era esa, que en realidad no hay nada terrible o secreto en esa habitación. Una amiga me reprochaba que después de ver esa puerta cerrada, debía haber algo en el interior de la habitación de los abuelos que justificara que estuviera cerrada. Pero yo quería jugar con el elemento simbólico, sobre la cerrazón en las familias y me parecía que era la forma de resolverlo.
No hay secreto ni misterio alguno.
Bueno, está la foto del abuelo. Me gustaba esa idea para cerrar la historia.
Es usted una de las directoras más jóvenes que ha pasado por Málaga. ¿Cómo se las apañó para imponer la autoridad del director?
Con el equipo fue muy fácil, porque proceden de la escuela y somos amigos, así que no hubo ningún problema, nos entendemos muy bien y me liberaron de tener que estar pendiente de muchos detalles.
Pero tiene un elenco extenso y lleno de actores prestigiosos.
Con los actores la verdad es que estaba un poco cohibida. Cuando fui a Madrid a proponerle a Eduard que hiciera el papel estaba muerta de miedo. Pero bueno, traté de convencerlo echando mano de la sinceridad y explicándole en detalle lo que quería hacer. No podía seguir con el casting hasta saber si Eduard aceptaría hacerla.
¿Por qué?
Porque el resto de los personajes adultos son sus hermanos y quería que guardaran una relación de aspecto y de edad respecto a él. Una vez que Eduard aceptó, arrastró a los demás.
Doble favor le hizo.
Además, es un actor muy trabajador. Se lee el papel concienzudamente y siempre venía con ideas sobre el personaje. Se lo toma muy en serio y es muy propositivo. Te da la oportunidad de ver las cosas desde otro punto de vista y me ha servido para aprender muchísimo.
Bueno, y luego cuenta con Ramón Fontseré, que es algo así como arrancar a un actor de la Shakespeare para rodar en Londres.
Mis amigos no se lo creían que fuera a rodar con Ramón. Ha sido una suerte porque Ramón no hace muchas películas. Estaba convencida de que transmitiría esa energía del hermano al que todos acuden. Es curioso cómo se transforma en el personaje, porque él es una persona muy tímida.
El papel de Léa, era una elección capital para la película. ¿Cómo dio con Nausicaa Bonnín?
Ella es hija de un actor, Hernán Bonnín, y lleva en esto desde los ocho años. Quería una chica que no fuera guapa, en sentido clásico, que transmitiera una cierta tristeza. Y Nausicaa tiene además una mirada increíble, muy fotogénica, era justo lo que quería, un punto extraño, un físico un poco francés. Y además, por su experiencia, tiene muchas tablas para rodar, muy por delante del resto de chicas de su edad.
La película gustó mucho en el pase de público, sin embargo su audiencia será muy limitada si se distribuye sólo en el circuito de versión original. ¿La doblarán?
Estamos dándole vueltas a qué hacer. A mi me da mucha aprensión el doblaje. Lo ideal sería que hubiera un gran circuito de versión original, y uno muy reducido para el doblaje, como ocurre en otros países. Y esta película se presta poco al doblaje. Al ser una película más de actores que de texto y tener un vocación íntima será difícil dar con el tono.
Por lo visto en el festival con Bullying, hay que tener cuidado, porque un mal doblaje puede cargarse la película.
La verdad es que empezamos a doblarla a toda prisa antes de venir al festival, pero decidimos dejarlo porque no estaba quedando bien. La idea es doblarla, pero tendremos que hacerlo con mucho cuidado y sin prisas.
¿De dónde sale esta historia familiar?
Acababa de terminar el corto que había hecho en la escuela, La última polaroid, y estaba pensando en cómo sería escribir un largo cuando se murió mi abuelo. Pasé por todo el proceso de resolver todos esos asuntos triviales relacionados con la muerte, las funerarias… Me pareció que esa reunión familiar y todo lo que hay alrededor de un funeral era un buen marco para realizar una película, pero quería que fuera muy descriptiva, no dramática.
¿Entonces, hay mucho de su familia en la película?
Sí, claro, es una historia muy personal porque en realidad mi familia es muy parecida a la de la película, todo su entorno de burguesía de Barcelona. Bueno, debo decir que mis parientes son más majos.
Entonces es usted como el personaje de Virginia, a la que todos reprochan que haya aireado asuntos familiares en una novela.
Sí, (risas), el personaje de Virginia nació un poco como un juego de espejos, una broma conmigo misma, pero luego derivó hacia un extremo más negativo. Espero no parecerme mucho a Virginia, la verdad.
¿Y ese aire de Eric Rohmer de la película?
Bueno, no he visto todo Rohmer, pero es cierto que me gusta mucho el cine francés y que me interesa la cultura francesa. Estudié en el Liceo Francés, y mi hermano vive en Francia, así que siempre me ha interesado el cine francés y siempre he mantenido un vínculo con Francia y con su cultura.
Uno de los aspectos más sorprendentes de su película es la contención de la historia.
Estaba planeada así, me apetecía hacer algo muy verosímil, que fuera un cine más libre de la dramatización y con menos artificio. Obviamente está dramatizado, pero quería que transmitiera la impresión de que la cámara se ha colado, está puesta ahí y estamos viendo furtivamente algo real.
La contención llega al punto de que los conflictos no se explicitan. ¿Cómo mantiene el interés de la historia?
A ver, hay un conflicto, y evidentemente hay una dramatización. En todas las escenas los personajes apuntan algo, y la suma de todos esos leves apuntes transmite claramente el conflicto de los personajes. Obviamente todos están tristes y todos lo entendemos, por eso la historia interesa. Todas las familias, incluso las que se llevan muy bien, tienen algún elemento de conflicto, de modo que el público entiende lo que ocurre aunque no sea más explícito.
Es desconcertante el personaje de Eduard Fernández, muy seguro de sí mismo, y a la vez pusilánime.
Es un personaje que parte del disimulo. Es algo que hacemos todos, mantenernos en nuestro personaje para vivir en sociedad, pero él tiene también que hacerlo en familia, porque no le ha dicho a nadie que se ha separado, en un proceso extraño que no se acaba. Lleva dos años separándose. Por eso está contenido. Lo importante a la hora de contar la historia no era tanto cuáles eran los problemas que arrastraban los personajes, como ver cómo los gestionaban.
Juega con una habitación cerrada en la casa del abuelo, que finalmente es abierta y en la que no hay nada relevante.
Sí, la idea que quería expresar era esa, que en realidad no hay nada terrible o secreto en esa habitación. Una amiga me reprochaba que después de ver esa puerta cerrada, debía haber algo en el interior de la habitación de los abuelos que justificara que estuviera cerrada. Pero yo quería jugar con el elemento simbólico, sobre la cerrazón en las familias y me parecía que era la forma de resolverlo.
No hay secreto ni misterio alguno.
Bueno, está la foto del abuelo. Me gustaba esa idea para cerrar la historia.
Es usted una de las directoras más jóvenes que ha pasado por Málaga. ¿Cómo se las apañó para imponer la autoridad del director?
Con el equipo fue muy fácil, porque proceden de la escuela y somos amigos, así que no hubo ningún problema, nos entendemos muy bien y me liberaron de tener que estar pendiente de muchos detalles.
Pero tiene un elenco extenso y lleno de actores prestigiosos.
Con los actores la verdad es que estaba un poco cohibida. Cuando fui a Madrid a proponerle a Eduard que hiciera el papel estaba muerta de miedo. Pero bueno, traté de convencerlo echando mano de la sinceridad y explicándole en detalle lo que quería hacer. No podía seguir con el casting hasta saber si Eduard aceptaría hacerla.
¿Por qué?
Porque el resto de los personajes adultos son sus hermanos y quería que guardaran una relación de aspecto y de edad respecto a él. Una vez que Eduard aceptó, arrastró a los demás.
Doble favor le hizo.
Además, es un actor muy trabajador. Se lee el papel concienzudamente y siempre venía con ideas sobre el personaje. Se lo toma muy en serio y es muy propositivo. Te da la oportunidad de ver las cosas desde otro punto de vista y me ha servido para aprender muchísimo.
Bueno, y luego cuenta con Ramón Fontseré, que es algo así como arrancar a un actor de la Shakespeare para rodar en Londres.
Mis amigos no se lo creían que fuera a rodar con Ramón. Ha sido una suerte porque Ramón no hace muchas películas. Estaba convencida de que transmitiría esa energía del hermano al que todos acuden. Es curioso cómo se transforma en el personaje, porque él es una persona muy tímida.
El papel de Léa, era una elección capital para la película. ¿Cómo dio con Nausicaa Bonnín?
Ella es hija de un actor, Hernán Bonnín, y lleva en esto desde los ocho años. Quería una chica que no fuera guapa, en sentido clásico, que transmitiera una cierta tristeza. Y Nausicaa tiene además una mirada increíble, muy fotogénica, era justo lo que quería, un punto extraño, un físico un poco francés. Y además, por su experiencia, tiene muchas tablas para rodar, muy por delante del resto de chicas de su edad.
La película gustó mucho en el pase de público, sin embargo su audiencia será muy limitada si se distribuye sólo en el circuito de versión original. ¿La doblarán?
Estamos dándole vueltas a qué hacer. A mi me da mucha aprensión el doblaje. Lo ideal sería que hubiera un gran circuito de versión original, y uno muy reducido para el doblaje, como ocurre en otros países. Y esta película se presta poco al doblaje. Al ser una película más de actores que de texto y tener un vocación íntima será difícil dar con el tono.
Por lo visto en el festival con Bullying, hay que tener cuidado, porque un mal doblaje puede cargarse la película.
La verdad es que empezamos a doblarla a toda prisa antes de venir al festival, pero decidimos dejarlo porque no estaba quedando bien. La idea es doblarla, pero tendremos que hacerlo con mucho cuidado y sin prisas.
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